Estimados compañeros de infortunio: Por encargo de vuestra activa Directiva, recibo la honrosa misión, de contribuir con mi modesto concurso a la presente hoja informativa del trágico y doloroso suceso que se relata, y que como torturante pesadilla nos acompaña a todos los que más eficazmente contribuimos a aumentar la riqueza social que muchos llaman de todos; pero que nosotros más exactamente, llamamos de los demás. A cumplir esta misión dirijo estas mis líneas en las cuales no quiero que veáis el trabajo de un profeta o sacerdote que os echa un sermón evangélico sin otro sentido que el de dar promesas falsas sino que en ellas quiero que veáis mi grito con mezcla de dolor y de coraje que como compensación sumamos al de todos aquellos hermanos que de una manera tan brillante supieron rendir el testimonio de su afectuoso cariño y solidaridad en el día luctuoso de su enterramiento.
El que mis camaradas Fandiño y Acitores se ocupen de reseñar el acto de su enterramiento y duelo, y toquen a la vez el punto de las responsabilidades que puedan alcanzar a los pocos humanos contratistas y capataces directores de las obras, me eximo de deciros las mismas cosas. Así que mis camaradas os dicen estas cosas suceden así por esto y lo otro, la culpa es de fulano y citano, lloremos por las víctimas yo os digo : para que no sucedan estas cosas dejémonos pronto de quejidos inútiles y manos a la obra, a impedir que éstas se repitan. ¿Como?. Tenemos tres remedios principales. ¿Cuales?. La organización, la voluntad y la instrucción. La organización quiere decir unión, la unión supone fuerza, y la fuerza al servicio de nuestros derechos de justicia grita :¡ respeto !. La voluntad es el resorte de la organización; que no os falte nunca, y la organización vencerá por encima y a pesar de todo. La instrucción es el medio más eficaz para emplear con mayor ventaja la fuerza y asegurar así de un modo más positivo los éxitos de nuestras acciones y conseguir con menos esfuerzos nuestras aspiraciones.
Vosotros sois jóvenes de dos maneras, como organizados y también la generalidad lo sois en edad. Ahora lo importante es, así como sois jóvenes en estas ambas cosas, lo seáis también en la acción de fines y métodos de lucha; a este respecto os diremos que los obreros de la ciudad, estamos todos, o casi todos, organizados, pero no todos en organizaciones del mismo carácter. Hay organizaciones que esperan la solución de sus problemas de miseria por medio de la bondad de los gobiernos. Nosotros no; nosotros lo esperamos de todos los hombres de corazón, energía y voluntad, y especialmente de los que de un modo más directo les interesa.
Los de la otra organización se cobijan también al calor de las leyes, para que éstas los protejan de todas sus necesidades. Nosotros esto también lo entendemos de otra manera; nos parece que el que manda jamas puede ser bueno para el que le obedece, puesto que esta misma función de mandar constituye de por sí, un abuso con todo género de agravantes. Las leyes las decretan los gobiernos por la necesidad que se les impone de acallar algo nuestras voces, por que, acosados por la miseria y la opresión, les gritamos continuamente : ¡justicia! ¡libertad! ¡trabajo! para todos; pero hay que tener cuidado. Estas leyes no debemos de verlas como tablas salvadoras, pues su eficacia depende de infinidad de cosas que ahora no vamos a enumerar, pero si señalaremos una para que se vea lo cierto de lo que decimos. Los gobiernos se crean en si mismos una necesidad de existir; para conservar esta existencia entran en juego las distintas clases que componen la sociedad, desde las más pobres a las más ricas; según la situación del gobierno depende que conceda algo a la pobre aunque sea con algún perjuicio para la rica. Así considerado el problema, conviene no obstante no perder de vista que estas leyes aún no aceptándolas como tablas salvadoras tienen para nosotros un interés importante. Esto quiere decir que hacemos dos usos de ellas : uno por imperio de circunstancias históricas especiales y el atraso aún grande de nuestro movimiento. Es el que hacemos, bien para distraer al enemigo, o bien para sacudir el miedo, la importancia y desvanecer a la vez esa desconfianza y dudas para conseguir un mejor estado de vida; para lo cual empleamos el razonamiento siguiente:
A los que no están organizados les decimos ( y esto lo hacemos extensivo inclusive a los del campo ) no recelarse a los fines de organización y mejoramiento de vida; muchas de las cosas que os parecen imposibles de conseguir y del otro mundo, ya hoy son ley; y a todos en general les añadimos: si estas mejoras conseguidas con un mínimum de medios, disponibles hasta ahora en relación con los que nos será posible disponer mañana ¿ cuales no serán los frutos en el porvenir ?. Por otro lado, el otro uso es el que consiste en que del continuo uso y manejo de estas leyes vamos también continuamente extrayendo una enseñanza muy grande, y es ella la que os señalamos más arriba. La necesidad de su existencia responde a la defensa de intereses ajenos a los nuestros, pues las leyes que haga un gobierno han de ser siempre para defender a quien le defiende a él y en este caso los ricos y él, allá se las entienden muy bien con mucho daño para nosotros.
Finalmente os diremos: los otros, los que pertenecen a la otra organización, esperan todo de sus jefes, de las leyes, de la bondad del enemigo; en definitiva de la voluntad ajena. Nosotros no; nosotros esperamos todo del esfuerzo individual y del sindicato, sea directamente de parte interesada a parte interesada.
MARCIAL VILLAMOR VARELA